Antes de devorar Deborah lame.

Nunca me funcionó demasiado bien el olfato, al menos no como se supone que debe funcionar ese sentido. Las narices arriman sus finos pelos a los olores frutales, o dulces, o a caras fragancias de putas francesas. La mía prefirió siempre el sudor rudo, la sal sucia o las bajas fragancias de las entrepiernas francesas. Así que antes de devorar obvio el olor que emane la presa, que suele suponer el comienzo de la estrategia invasiva del animal humano, y paso la lengua.

Siempre fui generosa con lo mío, con mi carne y mis fluidos (todos ellos, más limpios, más turbios) y lo mismo que saboreo me dejo saborear. He llegado aquí queriendo devorar algún cerebro que se preste y ofrezco a cambio un ejército de palabras obscenas, o mediocres, o brillantes, o estúpidas, o puras, o inocentes, o salvajes, o indiferentes, o indispensables... todas ellas hambrientas que buscan también ser devoradas.

Una orgía caníbal de depravación literaria.

Bienvenidos a la boca de la loba, con voraz apetito,

Deborah Dora.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues eso, bon appetit!!! aquí tienes un cerebro que gustoso se pone a tu disposición y a la de tus palabras. Que de comienzo el festín!
Lucas

Feder dijo...

Gracias por la bienvenida. Se ve interesante. Ojalá siga así y postee seguido señorita sobre
las aventuras de su apetito. Un gusto.

Feder