Sangrienta Erzsébet.


Puede que no la reconozcas en la pintura, pero sí su nombre. Ella se llamaba Gabriella Erzsébet Báthory-Nádasdy de Ecsed y la llamaban Condesa Sangrienta. Puede, incluso, que no la reconozcas por sus nombres, pero habrás oído hablar de su leyenda. Ella es esa sádica que se bañaba en sangre de vírgenes para ser eternamente joven.

No se sabe muy bien donde acaba la Erzsébet histórica y empieza la de la leyenda. Yo voy a hablaros de lo que se dice y lo que se cuenta, lo que se cuenta y lo que se dice.

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Esas fueron.

612 vírgenes de entre 9 y 26 años fueron las que se cree que desangró la Condesa. Húngara, y miembro de una de las familias aristocráticas con más fuerza de la zona, Erzsébet destacó desde niña por una inteligencia fuera de lo común y un carácter muy dominante. Casada con otro importante noble (conocido como el Caballero Negro de Hungría), pasaba las ausencias de su marido en la guerra (que empalaba, célebre, a sus enemigos como Aquel Otro que Todos Conocemos) acostándose con las muchachas del servicio. Parece ser que le gustaba morderlas mientras las follaba.

Y es que es tan rica la sangre metálica templada en la boca...

Un buen día, al marido de la Condesa Báthory-Nádasdy, le metieron su lanza sanguinaria por su culo cornudo y ella echó de su castillo a toda la familia del difunto. Y ahí empieza el mito. Sádica nata, queda viuda y sola con su séquito de esclavas, que inmediatamente comienzan a habitar en las mazmorras del castillo, sometidas a las más brutales palizas y a las torturas más crueles para diversión y excitación de su Dueña. Las mordía y golpeaba con varas. Quemaba sus coñitos inocentes con hierros ardiendo.

Dicen que frecuentaba círculos mágicos de brujas húngaras que hacían hechizos y remedios con plantas para toda preocupación mundana. Tenía ya Erzsébet 44 años y le horrorizaba envejecer.

En una ocasión, una sirvienta le cepillaba el pelo y le estiró sin querer. Ella le partió la nariz de un golpe, y le pareció ver que en las partes de su piel en que había salpicado la sangre se desvanecían las marcas de la edad. Entonces empezó a usar la sangre vírgen para beber y bañarse.

Contaba con dos ayudantes, macho y hembra, que compraban a las muchachas de sus súbditos para el servicio del castillo. Las usaba sexualmente, las torturaba para su placer y las desangraba sobre su piel. Algunas tenían que soportar la muerte durante varios días, siendo desangradas un poco el primer día y los sucesivos hasta morir.

Cuentan que eran todas como ángeles, pues Bathóry las admiraba y deseaba siempre antes de sacrificarlas. Las envidiaba y amaba. Eran frecuentes las caricias cariñosas en el Infierno de su castillo entre los gritos y las súplicas.

De la misma forma que Aquel Otro que Todos Conocemos, fue su figura temida y barnizada de tintes vampíricos entre su pueblo. Las muchachas desaparecían o morían en circunstancias desconocidas y cada vez se reclamaban más y más. Algunos recaderos habían asegurado haber visto a la Condesa en rituales en los bosques con hechiceras y alquimistas reconocidas en Hungría. Otros decían que de su castillo brotaba olor a podrido, y que había manchas de sangre por todas las paredes.

Hasta tal punto llegó la evidencia de lo que sucedía que se emprendió una investigación, y descubiertos los 612 cuerpos desangrados, se ejecutó a todo colaborador y consentidor previa tortura. Por su clase social, Erzsébet no pudo ser ejecutada. Se la emparedó en su castillo hasta que murió cuatro años después.

Por un motivo tan absurdo como que en mi familia alguien decidió ponerle el mismo nombre de la Condesa a otro alguien en su honor, desde pequeña he admirado a Gabriella Erzsébet Báthory-Nádasdy de Ecsed sin ser del todo consciente de la brutalidad escondida en lo que yo creía que era un cuento mágico.

A pesar de ello (o tal vez por ello) no he podido jamás despegarme de una inmensa atracción hacia ella, que además ha inspirado cuentos, libros, pinturas y películas abundantes. Supongo que el animal humano es curioso de las excepciones.

Dejo una escena (que empieza en el minuto 2:22) de Hostel 2 que se basa en ella. Me llamó la atención por su crudeza (normalmente se trata el tema desde un prisma romántico y efectivo que seguramente no tenga nada que ver con lo que hubiera sido una sangría real). A ver si os gusta. A mí sí. Estaré enferma.


6 comentarios:

Deborah Dora dijo...

Ahora los comentarios me los dejan en el facebook. No está mal :)

Feder dijo...

Sin equivocarme puedo decir que ese sabor metálico de sangre lo conocemos unos cuantos. Recuerdo que era lo único que me molestaba (fuera de la sangre e intestinos...) sólo el olor a metal. (Soy médico no asesino, no asustarse. =D)A propósito... tenías Facebook???

Un abrazo. Pero antes ponte un bozal... no vaya a ser q me des una probadita =D

Deborah Dora dijo...

Estoy en facebook como Deborah Dora. Hay tres millones de Deborah Doras, yo tengo en el perfil el cartel de Pulp Fiction. Vamos, a Uma de morena fumando tumbada y enseñando los tacones :)

Feder dijo...

Jajajaja, busqué ayer en la tarde antes de ver tu comentario, sólo hay 22 tocayas. De allí estaba entre dos posibles opciones, la que dices y una que decía "Deborah Dora de Vergas". Tú no eres tan explicita. Ya te debe haber llegado mi invitación con mi verdadero nombre. Un abrazo,

Anónimo dijo...

qué sexy la escena... lo que SI funciona es otro tipo de liquido corpóreo.

Besos

Axolotzito dijo...

Esa escena de Hostel 2 es sin duda lo mejor de la peli. De toda la mierda que se ha rodado sobre mi querida Erzsebet, me quedo con Ingrid Pitt en la Condesa Sangrienta.

Adorable

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