Paso 2 - Tras la cata, la presa en la garganta.

Devorar (del lat. devorare).1. Dicho de un animal: comer su presa.


Parece sencillo, pero la ingesta ansiosa (creo indiscutible que en devorar domina el ansia) se sujeta más a la presa que a las fauces. Imagina: es tan diferente devorar una sopa sorbiendo con toda la fuerza del pecho, o succionar un espagueti con el tenso y preciso fruncido de labios, tan diferente a llenarse la boca al trabajar un buen trozo de solomillo –poco hecho, por favor, que suelte el jugo- o a entretenerse en el sabor explosivo de una cereza en la boca.


La acepción cuatro de la RAE para ansia equipara ésta a anhelo, y entonces puede entenderse mejor como el ansia siempre está presente al devorar, aunque esté contenida. Yo nunca fui una chica de buena educación y siempre preferí perderme en los manjares… y ayudarme de los dedos.


Creo que todas las niñas hemos querido ser sirenas (además de princesas, de Madonna, de bailarina erótica, de mamá para acostarnos con papá, de niño con pilila y de Hannah Montana las más modernas). Un día mi tío me dijo, ya de mayor, que no entendía el atractivo de la sirena si no tiene coño y huele a pescado. Ya contaba lo mío con el olor en la presentación de mis intenciones, y por la otra parte, bien es cierto que no podría vivir siendo bella (todas las sirenas lo son) y sin coño pues el único sentido que le veo a la belleza es el recibir un batallón de penetraciones vikingas al menor descuido.


Desde entonces, ya de mayor como digo, lo que quiero es tener una novia sirena. Con los pechos enmarcados en coral y una cola que huela a pescado, que sepa cantar y envolverme en su melena, y sobre todo, que me pueda hacer mamadas subacuáticas y dirigir burbujitas a mi clítoris.


La parte más desagradable (¿o era la agradable?... me pierdo siempre por estar Perdida) la obviaron los de Disney: las sirenas, tras el cortejo del canto, devoraban a los marineros entre los arrecifes en una angustiosa muerte demoníaca.


En mi caso no hay peligro. Domino el bondage japonés y no temo a las espinas.


Bon appétit,


Deborah Dora.



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