Me lo contó una puta.



Hablaba de las burbujitas mitológicas que me haría la sirena, pre y post cunnilingus subacuático, inspirada por cierta práctica que llevo disfrutando desde hace algún tiempo (y cuya realización en el medio líquido, léase agua o kalimotxo, tendría burbujas en su show).

Me lo contó una puta catalana muy curiosa; hablaba más que follaba, fumaba más que hablaba y era muy gorda, exageradamente gorda, sin tener un gramo de celulitis. Su culo era un espectáculo de masa, inmenso, inagotable pero insultantemente terso. Lo azoté hasta que no pudo más mi mano y lo mordí hasta que se me adormeció la mandíbula. Todo era grotesco, y por ese mismo motivo no paraba yo de mojar muslos propios, ajenos y sábanas de alquiler.

Me lo contó una puta en uno de esos momentos en que hablaba y fumaba en vez de ganarse los 150 euros que su culo extraterrestre valían para el chulo que la explotaba.

-Tengo un cliente que me hace pedorretas en el clítoris y me vuelvo tan loca que pierdo hasta la noción del tiempo.

En su caso, perder la noción del tiempo suponía perder dinero y ganarse una buena bronca, pero en el mío, poco amiga de mi clítoris desde que descubrí que tenía tal cosa, suponía una nueva oportunidad para el goce de mi femineidad fracasada.

Había por allí un maromo que solía follarme habitualmente y se lo dije.

-Hazme pedorretas en el coño.
-¿Qué te haga qué?
-Pedorretas en el coño. Lo mismo que le haces en la barriga a tus hijas pero justo encima de mi clítoris de mierda. Venga.
-¿Ya has estado follándote a otro? O es que has pasado la noche leyendo cerdadas.
-Que me hagas pedorretas en el coño.

Tuve que cogerle de los rizos y hundirle la cara entre mis piernas porque no acababa de reaccionar. Nunca fue de los de obedecer, o al menos no conmigo, aunque le conocí de rodillas pidiendo que le mearan los huevos.

Me hizo, por fin, aquello que le pedía y no me hizo perder noción alguna, pero me gustó. Y dado que mi clítoris es el peor enemigo que tengo dentro de las fronteras de mi mismo cuerpo os aseguro que no es poco.

Por supuesto, las siguientes veces que logré atrapar una presa hembra y arrastrarla a mis fauces de Deborah Dora devoradora de coños, hice siempre pedorretas con mayor o menor éxito. Gusta siempre, pero algunas pierden la noción (no de tiempo, si no de situación) y se ponen a reír, como si su padre les hiciera pedorretas en la barriga, mostrándose ante mí como niñas de espíritu, retorciéndose jugosas con su exceso de maquillaje y su déficit de vello púbico. Dejo de mirar sus caras pintadas y sus pechos abruptos y me revuelco, una y otra y otra vez, con toda mi cara en su coño de falsa virgen, en su risa de bella púber, y siento como se desliza, abundante como siempre, mi savia hacia su muslo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uno siempre aprende algo nuevo.
por cierto, un día ya nos contaras qué demonios te ha hecho tu clítoris para que le tengas tanta manía.
Au revoir!

Deborah Dora dijo...

Vale, en el siguiente capítulo, aunque más bien la manía me la tiene él a mí :)

Anónimo dijo...

Tomo nota de las pedorretas. Nunca se me hubiera ocurrido. Aunque no sea capaz de hacer perder la noción, se que muy probablemente tenga garantizada una buena carcajada, lo cual siempre me ha parecido genial en la cama. Al menos yo sigo intentando divertirme mientras busco dar y recibir placer.
Besos deborah dora.
Luisitox CC